SOBREVIVIR PARA CONTARLO

MÁS DE 100 AÑOS DE REALISMO TRÁGICO

Con la firma de los Acuerdos de Paz entre las FARC EP y el Estado colombiano en 2016, las personas del país que sí habíamos sufrido o visto “la violencia” de cerca, nos creímos que vendrían cosas nuevas.

Nos creímos que por fin la íbamos a poder parar la violencia. Que teníamos una oportunidad para reencontrarnos, para reconciliarnos y quizá para reinventarnos, todas juntas como país, como proyecto común. Nos llegamos a imaginar cómo seríamos sin balas, sin amenazas, sin asesinatos ni masacres de por medio. Sin odio y sin miedo. Sin tanta desigualdad y sin tanta corrupción.
Quisimos creer en una justicia justa, sin impunidad. Soñamos con que de la reconciliación naciera una educación inclusiva, de calidad y ajustada a las necesidades y potencial de la juventud, para que no heredaran nuestros fallos, ni repitieran nuestros errores.

Creímos la posibilidad de hacer muchas cosas buenas, pero algunos nunca creyeron, no les interesaba acabar con “la violencia” porque eso supondría hacer cambios que alterarían su estatus quo. El que llevan manteniendo desde hace más de cien años, por
el que se sienten legitimados y desde el cual no están dispuestos a renunciar a su vara de mando.

Así pues, varios prohombres y algunas promujeres de la Derecha más Ultra y de la Política más Para, que vienen siendo lo mismo, hicieron feroz campaña contra los acuerdos y promovieron votar NO en el plebiscito programado el 2 de octubre de 2016. Recorrieron el país y parte del extranjero soltando mentiras sobre los acuerdos, deslegitimando la autoridad del gobierno al que antes auparon y por el que se sintieron traicionados.

Los colombianos que creíamos en el SÍ dentro y fuera del país hicimos campaña, pero no fue suficiente. El resultado fue un anticipo de lo que se vendría. Vale mencionar que ganó el “NO” a la firma de los “acuerdos de paz”. Los de siempre querían seguir mandando y manteniendo sus privilegios de espaldas a la realidad del país. Y para
seguir edulcorando la imagen de patria y embutiendo a todo “colombiano y colombiana de bien” ese orgullo casposo e indolente con las víctimas, de que “Colombia es una chimba, aquí no hay conflicto y los que se quejan son antipatriotas” tuvieron colaboración.

Contaron con sus canales. Claro, es que la “gente de bien” suele contar con Medios. Sí, esos en los que están pensando y que entre anuncio de pola y gaseosa nos venden a los colombianos la versión oficial. Esos que aunque quieran parecer rivales, comparten siempre algún Angulo común, como su gusto por las “educativas” narconovelas con las que idiotizan a la gente, edulcoran la realidad y perpetúan en el imaginario nacional el sexismo, la discriminación y la trampa… Porque en Colombia, como en todo el mundo, la banca siempre gana, da igual las fichas que jueguen, el tablero del Monopoly es suyo y no están dispuestos a cambiar las reglas del juego que siempre les ha mantenido en la cúspide de la pirámide.

Desde la primera firma del Acuerdo de Paz, el 26 de septiembre de 2016, que puso fin al conflicto con la exguerrilla de las FARC, más de 1000 líderes sociales, más de centenares de excombatientes firmantes del pacto y decenas de sus familiares han
sido asesinados.
Y este último año, desde el inicio del 2021 hasta ahora, ha sido el periodo más violento desde que se firmaron esos acuerdos hace cuatro años según ha denunciado la JEP, el tribunal de Justicia Especial para la Paz, creado en dichos acuerdos para investigar los peores crímenes del conflicto en Colombia. A esto se suma que otros temas vertebrales de los acuerdos y vitales para su cumplimiento en cuanto a garantizar los recursos y los mecanismos para la reinserción de los desmovilizados no se han cumplido.

Y que ahora se ha agudizado por la crisis pandémica que golpea a todo el mundo y con especial virulencia, cómo no, al país.

Y de esas aguas revueltas, estos lodos sangrientos. Mucho más de 100 años de realismo trágico es lo que llevan soportado los colombianos. Y las colombianas especialmente, porque son las mujeres y los niños, según las investigaciones y el análisis de la historia, las que se han llevado y se siguen llevando la peor parte de “La violencia”, así en abstracto. Por eso salieron los colombianos a protestar desde el 28 de abril del 2021 por todo el país, ese día se declaró el Paro Nacional y comenzó un
estallido social que duró tres meses. Nunca antes visto..

Esas fueron las razones más que suficientes que levantaron al pueblo colombiano hace ya casi un año para tomar las calles y declarar un paro nacional que visibilizo nuestra realidad y le grito al todo el mundo que la violencia sistemática persiste y se ejerce diariamente contra la población civil por múltiples actores incluido el estado. Hay muchas formas de violencia y muchas maneras de protestar contra ella, toda esa energía del movimiento social y del Paro Nacional del año pasado no puede quedarse en nada.

Porque “La violencia”, esa de la que tanto hablan en abstracto pero contra la que poco hacen, ya sabemos que no nos viene heredada a los colombianos en el ADN, ni es un castigo divino que tengamos que padecer resignados. Es solo el resultado de décadas y siglos de desigualdad vrs privilegios, de corrupción política contra política honesta, de poder y fuerza bruta contra argumentos y dignidad.

Hay muchas formas de violencia y muchas maneras de protestar contra ellas, hay muchas razones para votar… Y ojalá que no sea por los de siempre, ahora es el momento.